
En una Argentina de los primeros años del Novecento, cuando cualquier inmigrado podía hacerse la ‘América’ con sólo apelar a su propia audacia, Cayetano Brenna, uno de los tantos italianos llegado al País, en el 1904 había ya comprado la esquina de Callao y Rivadavia y más tarde los dos lotes adyacentes donde decide construir su famosísima confitería con todo traído de Italia, por supuesto: mármoles, vitrales, carpintería, herrajes de bronce, cristalería, etc. Con una grandiosa inauguración en 1917, la confitería abrió sus puerta y con la creación del postre, llamado Imperial Ruso por el mismo dueño
El Imperial Ruso, en esencia es un postre muy sencillo: merengue relleno con crema de manteca y puede llevar alguna fruta